DANZA DE LA LLUVIA
GUERRAS DEL AGUA
Emergencia
mundial ante el cambio climático
«Si
las guerras del siglo XX se lucharon por el petróleo, las guerras del próximo siglo serán por el agua», son palabras de Ismail Serageldin en 1995, entonces vicepresidente del Banco Mundial.
«Ahora
hablamos de guerra energética en Ucrania», apunta Darío Soto, secretario
ejecutivo de la Asociación Mundial para el Agua (GWP por sus siglas en inglés).
«El próximo conflicto puede ser por el agua», añade.
Conflictos
por el agua
El agua es un elemento
clave en la geopolítica internacional que, por ser esencial para la
supervivencia, genera conflictos debido a la escasez de recursos hídricos.
Las previsiones de Naciones Unidas
son catastróficas: «cinco mil millones de personas podrían ser afectadas por la
escasez de agua». Por esta causa, la falta de este bien preciado, desde 2020
hasta este ejercicio se han producido 140 conflictos en todo el mundo, según
datos del Pacific Institute.
Las
cuencas fluviales internacionales son motivo de conflicto, desde el Danubio y
el Colorado, hasta la cuenca Tigris-Éufrates, el Indo, la cuenca
Ganges-Brahmaputra, el Zambeze, el Nilo o el Jordán.
De
hecho, Israel considera el agua una cuestión de seguridad nacional, y la
ocupación militar de los altos del Golán y Cisjordania permite a Israel el
control de los recursos hídricos, especialmente del lago Tiberíades.
Existe
una escasez mundial de agua dulce y las reservas acuíferas mundiales están
disminuyendo, y con el crecimiento urbano la demanda mundial de agua se
incrementará más del 50% para 2050.
La
escasez de agua afecta ya al 40% de la población mundial y está
causando enfrentamientos y migraciones, generando refugiados climáticos. Según
el Instituto de Economía y Paz, para el año 2050 alrededor de 1.200 millones de
personas se verán forzadas al desplazamiento en todo el planeta a causa de la
escasez de agua.
El
agua elemento escaso
El
agua (H2O), compuesta por dos átomos de hidrógeno y un átomo de
oxígeno, es esencial para la supervivencia del planeta y del ser humano, pues
nuestro cuerpo está compuesto casi en un 80% por agua.
El planeta Tierra,
llamado el “planeta azul”, visto desde el espacio debería llamarse planeta
Aqua, pues cerca del 70 por ciento de la superficie de
planeta está cubierta de agua. El agua también existe en el aire en forma de
vapor y en el suelo como hidratante de la tierra y en los acuíferos
subterráneos.
La Tierra contiene
unos 1.386 millones de kilómetros cúbicos de agua (km3) y se calcula
que el 97% es salada, menos de un 3% se considera dulce (35 millones de
kilómetros cúbicos), y de esta solo un 0,015% es potable. Se estima que el 70%
de los recursos de agua dulce están en la Antártida, en forma de hielo.
Sin embargo, el agua
es escasa pues los mares forman solo una delgada película, y todos los mares y
océanos son apenas el 0,025% de la masa total del planeta.
Toda el agua del
planeta cabría en una esfera de menos de 1.350 kilómetros de diámetro,
más o menos la distancia que hay de Madrid a Roma, poco
más de un tercio del diámetro de la Luna (3.470 kilómetros), y comparada con el
diámetro de la Tierra (12.756 kilómetros) es un tamaño ínfimo.
Sequía
y desertización
Aumentan
las sequías persistentes y el estrés hídrico afecta ya a unos dos mil
ochocientos millones de personas en todos los continentes, y esta cifra se
puede duplicar para 2050.
El
cambio climático aumenta las sequías, que afectan sobre todo a África, Oriente
Próximo, Chile, México y el sur de Europa.
Las
principales reservas acuíferas del mundo están disminuyendo, y debido al cambio
climático tenemos lluvias más intensas, con grandes inundaciones, y sequías más
largas. Cuatro años de sequía extrema en Sudán ponen en peligro a millones de
personas, y una situación similar sufre Somalia,
Chad, Níger, Namibia o Yemen.
La desertificación
avanza de forma inquietante, a lo cual contribuye de forma decisiva la
deforestación, pues se producen talas masivas y la selva está perdiendo
superficie en el Amazonas, el Congo o Indonesia.
Por ejemplo, en Chile,
aproximadamente el 80% del país tiene algún riesgo de deforestación (leve,
moderado y grave).
La causa de
desaparición del bosque nativo son los incendios forestales y las plantaciones
industriales de soja en la Amazonia y el cultivo de aceite de palma en Borneo o
Sumatra donde pone en peligro la supervivencia del orangután.
La deforestación conduce
a la desertificación y reduce las precipitaciones un 30%, pues la disminución
de humedad impide la formación de nubes y lluvias.
El
mar Mediterráneo se calienta más deprisa, Europa se calienta el doble que
cualquier otro lugar del planeta, y la sequía afecta en particular a España,
los embalses están en mínimos, e incluso en zonas húmedas como el País Basco se
imponen restricciones en el suministro de agua.
La península ibérica ya tiene un clima subtropical, y el
cambio climático está acelerando el proceso de desertificación, gran parte de
la "España Vaciada" ya es una estepa subdesértica, caracterizada por
la ausencia de árboles, con abundancia de matorral y escasa cobertura herbácea.
Las estepas ibéricas,
un paisaje agropecuario de origen antrópico, generado
por la ganadería extensiva y la roturación abusiva, son el paisaje dominante en
la Meseta Castellana, las Depresiones del Ebro y Guadalquivir y amplias
zonas de Extremadura, Andalucía y Murcia.
Extensas regiones como Monegros, Bárcenas Reales, La
Mancha son semidesérticas, con zonas claramente desérticas como Mahoya (Murcia)
o Jandía (Fuerteventura), hasta el caso más extremo, el desierto de
Tabernas (Almería) el más árido de Europa.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Castilla - Manuel Machado.
No hace falta irse al
África para encontrar guerras por el agua, en España hay 16 grandes trasvases
de agua, y hay diversos conflictos por el derecho al agua. El más caliente es por
el recorte del trasvase Tajo-Segura, que provocará
pérdidas de 6.000 millones de patrimonio agrícola solo en la provincia de
Alicante.
Y no podemos olvidar la agonía de Doñana o la crítica
situación de Almería.
Agua
y supervivencia
El agua es esencial
para la toda clase de vida en la Tierra. Sin embargo, la escasez de agua afecta
ya a cuatro de cada 10 personas según la ONU, que prevé para
2050 que una cuarta parte de la población mundial vivirá en países con falta
crónica de agua limpia. Con el incremento de población mundial y la migración
del campo a las ciudades, la demanda mundial de agua dulce crecerá en más
del 40%.
La falta de agua es un
importante problema que puede ocasionar:
- Enfermedades: La escasez de agua y la
falta de sistemas de potabilización adecuados obliga a recurrir a fuentes
de agua contaminadas que pueden trasmitir enfermedades como la diarrea, el
cólera o la Hepatitis A. Las aguas contaminadas producen la muerte de más
de 340.000 niños al año por diarrea.
- Hambre: La sequía y la escasez de
agua puede afectar a la agricultura, la ganadería y la industria y, por
consiguiente, a la producción mundial de alimentos, generando hambrunas.
- Biodiversidad: Tanto las plantas como los
animales precisan de una gran cantidad de agua para su desarrollo y si el
agua escasea, muchas especies desaparecerán, degenerando los ecosistemas.
- Conflictos: Ataques contra
infraestructuras y sistemas de agua, contaminación de pozos, asaltos a
mujeres y niñas en busca de agua, cambio de los movimientos de
trashumancia provocando conflictos entre agricultores, migraciones,
refugiados climáticos y guerras.
Ahorro
de agua
Se impone reducir el
consumo de agua, y eso requiere cambiar nuestros hábitos diarios, con
tecnologías simples, para ahorrar agua en el inodoro, la bañera o la ducha.
A gran escala es
preciso evitar el despilfarro de los grandes consumidores de agua como los campos
de golf. En las zonas cálidas, como Málaga, deben plantearse alternativas al
césped con técnicas de xerojardinería.
Un gran consumo de
agua corresponde a los fabricantes de refrescos y zumos, en particular multinacionales
como Coca-Cola, frecuentemente sobrexplotan los acuíferos, y deberían
usar exclusivamente agua regenerada.
La
agricultura representa el 70% del consumo mundial de agua dulce y puede reducir
su consumo de agua hasta un 50% con técnicas como el riego por goteo o el mulching.
Para fomentar el ahorro de agua es preciso poner
precio al agua, un alto precio, para valorar adecuadamente un bien esencial y
cada vez más escaso.
Es imperativo aprovechar de nuevo el agua ya usada y darle otras vidas al
agua residual,
recuperando
las aguas grises y con el reciclaje de las aguas residuales. Las técnicas de regeneración
hídrica permiten a Israel recuperar el 86% del agua, mientras España recicla
sólo un 19%.
Es
viable reutilizar la orina para hacer cerveza, una empresa danesa emplea el orín
humano como fertilizante para sus cultivos de cebada, produciendo más de once toneladas
de cebada de malta que posteriormente se convierte en cerveza. Se aprovecha así
que la orina humana está repleta de nitrógeno, potasio y fósforo, al igual que
los fertilizantes habituales.
Podemos
recoger el agua de lluvia, la captación y aprovechamiento de las aguas
pluviales requiere técnicas de construcción simples, como canalones, bajantes, cisternas
o aljibes. Aunque el agua de lluvia ya está contaminada en la mayor parte del
planeta y se precisan sistemas para la potabilización del agua.
Siembra y
cosecha de agua de lluvia
Es una práctica ancestral de los árabes y
bereberes la construcción de acequias en las laderas de la montaña, siguiendo
las curvas de nivel, de modo que el agua de escorrentía se detiene,
evitando la erosión, y se infiltra en el terreno para empapar la montaña,
recargando los acuíferos.
Encontramos
prácticas similares en toda la región andina, como los criadores de agua de
Ayacucho (Perú). Con la creación de lagunas, que llaman espejos de agua, se permite
retener el agua de lluvia, que así se infiltra en el terreno. El agua acumulada
mana después en las tierras bajas a través de los “ojos de agua”, permitiendo
el riego de los sembrados.
El
flujo de agua se incrementa sembrando las plantas llamadoras del agua, como la
“Putacca”, alrededor de los ojos de agua. Con el apoyo del Ministerio del
Ambiente esta técnica ancestral se ha recuperado en Quispillacta (Ayacucho),
creando más de 100 lagunas que acumulan más de 2 millones de metros cúbicos de agua.
Como Moisés se puede sacar agua de las piedras,
literalmente, por ejemplo, deshidratando el yeso, y técnicas similares
permitirían obtener oxígeno y agua de las rocas en la Luna o en Marte, como
propone la NASA.
También es posible sacar agua del desierto con pozos de
gran profundidad se extrae el agua
fósil, agua geológica, acumulada en los últimos 40.000 años.
Un
referente es la explotación del acuífero Ogallala que surte de agua a ocho
estados de los Estados Unidos, o el proyecto de Gadafi para aprovechar el gigantesco
acuífero de Nubia en el desierto de Libia, un verdadero mar bajo las arenas del
Sáhara.
Sin
embargo, estos no serían procesos renovables y se agotarían en el tiempo.
La
lluvia es una preocupación central de las sociedades nativas que dependen de
ella para su sustento y el de sus animales.
Ante
la mayor sequía del siglo, China ha decidido utilizar la tecnología militar y
de satélites con la siembra de nubes a gran escala. El propósito es incrementar
la lluvia en la meseta del Tibet, con una altitud media de 4.500 m, que es la
fuente de los grandes ríos de Asia, como el Ganges, el Bramaputra, el Yangtsé,
el Amarillo y el Mekong, entre otros.
Para
tener agua no hacen falta grandes obras públicas, ni tecnología militar o
espacial, podemos obtener agua del aire, del rocío, de la niebla, literalmente
ordeñar las nubes, y la palabra clave es “atrapanieblas”.
Agua
del aire, ordeñar nubes
La
captación de agua de niebla es una técnica ancestral, redescubierta
modernamente, como en las Islas Canarias, donde la recolección de agua se lleva
realizando hace más de 2000 años, como ya menciona Plinio (Siglo I d.C.).
La
gran sequía de 1948 hizo que los pozos de la Isla de El Hierro se secaran, las
cosechas se perdieron y las vacas y las ovejas se morían. El “ordeñador de
nubes” Tadeo Casañas salvó a los habitantes de El Hierro de la sequía gracias
al agua de niebla.
Observó
como la niebla se condensaba en el techo de brezos, y la recogió un aljibe,
luego con una tubería condujo el agua hasta el pueblo.
En plena sequía, don
Tadeo ordeñó la niebla y salvó a sus vecinos. A sus casi 100 años, le llaman el sabio de El Hierro,
pero el insiste que no inventó nada, solo observó la naturaleza y recuperó la
leyenda del garoé.
En
el siglo XVI en su Historia de las Indias, Fray Bartolomé de las Casas menciona
el Garoé el «Árbol que da agua». El Garoé, en lengua tamazig significa agua,
río o laguna, fue el árbol sagrado de los bimbaches, antiguos habitantes guanches
de El Hierro, en las Islas Canarias.
Era
posiblemente un ejemplar de Ocotea foetens, una especie de tilo, típico
de la laurisilva, que alcanza un porte elevado entre 20 y 30 metros de altura,
con copa amplia y frondosa.
Las
hojas del Garoé eran capaces de captar el agua de las nieblas, empujadas por
los vientos alisios, agua que se recogía en grandes oquedades hechas al pie del
árbol por los nativos guanches, siendo la principal fuente de agua de este
pueblo.
No
es magia ni leyenda, es pura física, los vientos alisios chocan con la cara
norte de El Hierro, el aire húmedo sube por la ladera, se enfría y se va
condensando un mar de nubes, y el árbol garoé crece en un emplazamiento
perfecto a mil metros de altitud.
Hoy
los isleños son capaces de ordeñarle miles de litros a la niebla con un invento
sencillo, los captadores de niebla, inspirados en las redes atrapanieblas que
tendían los chilenos en el desierto.
La
llamada “lluvia horizontal” es un fenómeno natural propio de bosques
nublados en zonas de gran altitud. Éste es producto del choque
constante de nubes bajas o bruma con la vegetación presente en estas áreas.
Esto ocasiona que las plantas condensen la humedad del ambiente formando gotas
de agua, las cuales se precipitan engrosando los caudales de aguas
subterráneas, ríos y arroyos.
El
agua contenida en el aire se designa como humedad relativa y se estima que la
atmósfera contiene 12.900 km³ de agua dulce, que se compone de un 98% de vapor
de agua y 2% de agua condensada (nubes). Una cifra similar a todos los recursos
de agua líquida de las tierras habitadas (12.500 km³).
Estamos
hablando de agricultura de la atmósfera nubosa, y la captación de agua de
niebla permite restaurar ecosistemas, reforestar y evitar el peligro de
desertificación.
En
Gran Canaria, los científicos están recogiendo más de 200.000 litros de agua de
niebla y rocío al año para reforestar 35 hectáreas con 20.000 laureles en el
bosque de Doramas. Para la reforestación solo se plantan especies autóctonas
propias del bosque nativo de laurisilva respetando el ecosistema.
Los
captadores de niebla permiten crear “huertos hídricos”, y tener abundante
cosecha de agua, bien sea para la agricultura, la ganadería o para el consumo
humano.
Podemos
enseñarte cómo construir un atrapanieblas, y como elegir la mejor ubicación, considerando
la orientación, el relieve y los vientos dominantes.
Los
captadores de niebla son sistemas pasivos, sin elementos mecánicos, que no
requieren aportación energética, y al ser de baja tecnología permiten la
autoconstrucción.
La
captación de agua del aire tiene diversas soluciones técnicas que requieren ser
tratadas más extensamente en otro artículo.
Para usos
militares, industriales o urbanísticos, cuando las necesidades de agua son
mayores, disponemos de máquinas ordeñadoras de nubes, los llamados “generadores
atmosféricos de agua” (AWG), que permiten obtener hasta 10.000 litros de agua
por día.
Estos son
sistemas de captación activos, que requieren una fuente de energía para su
funcionamiento, esta puede ser de la red eléctrica, cuando está disponible. En
lugares inaccesibles, sin electricidad, se usan grupo electrógeno con motor
diésel, o mejor energía eólica o fotovoltaica.
Estas tecnologías
del agua permiten captar
agua en el desierto más seco del mundo, como Atacama o Namibia.
Danza
de la lluvia
Y
si todo ello nos falla, podemos recordar aquella rima infantil “que llueva, que
llueva, la Virgen de la Cueva, que caiga un chaparrón…” y quizás tenemos que practicar
la Danza de la Lluvia, recuperando viejas tradiciones, para lograr una buena
cosecha, asegurar la supervivencia, y evitar las guerras del agua.
La
danza de la lluvia es una de las danzas sagradas más antiguas y tiene numerosas
interpretaciones en el mundo desde Asia, América, África y Europa, y se
conservan danzas de la lluvia desde Etiopía hasta Bali.
Esta
danza ceremonial para invocar a la lluvia y limpiar la tierra de malos
espíritus, está muy viva hoy en algunas regiones de Rumanía, que conservan la visión
mágica de la naturaleza, tan presente en las danzas africanas.
Son
bien conocidas, gracias a Hollywood, las danzas de los nativos americanos como
los mapuches, mayas, aztecas, mixtecas, pueblos, navajos, hopis, cherokees o
zuñi.
En
particular los seminolas han practicado con éxito la danza de la lluvia en
épocas tan cercanas como 1968, consiguiendo copiosas lluvias en Florida, tras
una larga sequía.
Quizás
tenemos que revisar nuestro vocabulario, y dejar de decir “buen tiempo” cuando domina
el anticiclón y hace sol, porque la sequía nos amenaza, y celebrar la llegada
de la borrasca porque la vida renace cuando cae la lluvia.
©
Carlos REQUEJO. Domobiotik. Mar. 2023.
Borrador
del artículo publicado en la Web de la revista ECOHABITAR.
https://ecohabitar.org/danza-de-la-lluvia-guerras-del-aguadanza-de-la-lluvia/