jueves, 10 de agosto de 2017

Helioterapia

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VIVIR CARA AL SOL

El sol es vital, es una fuente de energía para la vida en el planeta, no podemos vivir sin la luz y calor del sol.


 

Sin su calor la Tierra sería un planeta helado e inhabitable, y sabemos que la luz del sol tiene importante efectos físicos y psíquicos en nuestro organismo. El sol en nuestra piel aporta entre otros beneficios, la vitamina D, imprescindible en el metabolismo del calcio, que previene el raquitismo y regula el crecimiento. El sol en nuestros ojos estimula la glándula pineal, y regula los neurotransmisores, las hormonas, el sistema inmunitario, y tiene notables efectos sobre el estado de ánimo.
La escasez de sol en los países nórdicos incrementa la depresión, y sabemos que la depresión invernal, el conocido trastorno afectivo estacional, TAE, se previene y se cura con luz solar, o usando lámparas de fototerapia (fullspectrum). Curiosamente dos poderosos antidepresivos, como el litio o el hipérico, son conocidos por su efecto fotosensible, una relación que debería ser mejor investigada.

Nuestros ojos se alimentan de sol, literalmente comen luz, necesitamos ver el sol, es fácil experimentar que el sol en la cara levanta el ánimo, y mirar directamente al sol activa los fosfenos y estimula los neurotransmisores cerebrales.
Para mirar el sol no es necesario tener ojos de águila, basta usar el sentido común, podemos captar la intensa luz solar con los párpados cerrados orientando la cara directamente al sol, y con los ojos abiertos nunca lo miraremos directamente, especialmente al mediodía pues el impacto de la luz en la fóvea, el punto más sensible de la retina

Para fortalecer nuestros ojos, empezaremos mirando el sol, durante unos segundos al amanecer, o al atardecer cuando el sol está bajo y no es tan fuerte, miraremos alrededor del sol de modo que toda la retina reciba el impacto luminoso.
Una sensación de lagrimeo, será el aviso e que hemos recibido suficiente sol por el momento.
Sabemos que la función crea el órgano, y en pocos meses nuestros ojos se fortalecerán y podremos ver el sol, como un beduíno del desierto.

Pero los médicos nos dicen que puede ser peligroso tomar el sol, y más aún mirarlo sin gafas de sol, y la industria cosmética nos ofrece filtros solares para prevenir los peligrosos rayos UV, que pueden causar cáncer de piel, como el peligroso melanoma.

El sol ilumina nuestras vidas, pero nosotros le damos la espalda, pues pasamos el 80% del tiempo encerrados en casas oscuras, con poca o ninguna luz solar. Para valorar esta dramática falta de luz, consideremos que la iluminación artificial usual tiene unos 500 lux, y por contraste un día radiante de sol, nos aporta más de 100.000 lux.

Vivimos desconectados de la hora solar, debemos tener en cuenta que el sol es el reloj natural, el movimiento aparente del sol marca las horas, y es el ritmo de la luz diurna el que condiciona los ritmos biológicos de lo seres vivos, los llamados biorritmos circadianos, que se desarrollan dentro de las 24 horas del día.
La apertura y cierre de los girasoles, el canto del gallo, como la temperatura basal o la secreción biliar y otros muchos ritmos biológicos, siguen máximos y mínimos de acuerdo al ciclo solar.

El horario natural tiene una gran simetría, a las 6 de la mañana es la hora de desayunar, las 12 del mediodía es la hora de comer, y a las 6 de la tarde hora de cenar, claro que nos estamos refiriendo al horario solar, u hora GTM (Greenwich Time Meridian).
La hora legal, es un horario artificial que  por confusas razones de ahorro energético, retrasa el horario dos horas en verano y una en invierno. Sin embargo muchos países, Portugal sin ir más lejos, siguen el horario solar, comen al mediodía (literalmente), y no parecen tener muchos problemas energéticos.

Este horario antinatural afecta a la asimilación de alimentos y otros ritmos biológicos. Afortunadamente, bastan 10 minutos de exposición matinal a la luz del sol para poner en hora nuestros relojes biológicos, levantar el ánimo y activar el sistema nervioso, dejando fuera la depresión.

Los urbanitas usamos gorras, sombreros, demasiada ropa, tenemos la piel pálida y debido al exceso de protección precisamos multitud de prótesis, gafas de sol, para ojos débiles.
           
La vida urbana, demasiado artificial, crea un círculo vicioso “casa-sombra-ropa-pálido-vulnerable”, la opción natural es tomar el sol todo el año, especialmente en invierno, bronceando la piel, creando defensas y construyendo un círculo virtuoso bien distinto “naturaleza-luz-desnudo-bronceado-saludable”.

En la naturaleza es fácil observar que ningún león se expone al sol a mediodía, inteligentemente caza al amanecer y al atardecer, y cuando el sol está alto descansa a la sombra de una acacia. Solo el bípedo que orgullosamente se llama a si mismo “homo sapiens” vive todo el invierno escondido del sol y, en lo más tórrido del verano, expone su vulnerable piel pálida a los intensos rayos solares del mediodía.

© Carlos Requejo. 2005.
www.domobiotik.es
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