VIVIR CARA AL SOL
El sol es vital, es una fuente de energía para la vida en el planeta, no podemos vivir sin la luz y calor del sol.
Sin su
calor la Tierra sería un planeta helado e inhabitable, y sabemos que la luz del
sol tiene importante efectos físicos y psíquicos en nuestro organismo. El sol
en nuestra piel aporta entre otros beneficios, la vitamina D, imprescindible en
el metabolismo del calcio, que previene el raquitismo y regula el crecimiento.
El sol en nuestros ojos estimula la glándula pineal, y regula los
neurotransmisores, las hormonas, el sistema inmunitario, y tiene notables
efectos sobre el estado de ánimo.
La escasez de sol en los países nórdicos
incrementa la depresión, y sabemos que la depresión invernal, el conocido
trastorno afectivo estacional, TAE, se previene y se cura con luz solar, o
usando lámparas de fototerapia (fullspectrum). Curiosamente dos poderosos
antidepresivos, como el litio o el hipérico, son conocidos por su efecto
fotosensible, una relación que debería ser mejor investigada.
Nuestros ojos se alimentan de sol,
literalmente comen luz, necesitamos ver el sol, es fácil experimentar que el
sol en la cara levanta el ánimo, y mirar directamente al sol activa los
fosfenos y estimula los neurotransmisores cerebrales.
Para mirar el sol no es necesario tener ojos
de águila, basta usar el sentido común, podemos captar la intensa luz solar con
los párpados cerrados orientando la cara directamente al sol, y con los ojos
abiertos nunca lo miraremos directamente, especialmente al mediodía pues el
impacto de la luz en la fóvea, el punto más sensible de la retina
Para fortalecer nuestros ojos, empezaremos
mirando el sol, durante unos segundos al amanecer, o al atardecer cuando el sol
está bajo y no es tan fuerte, miraremos alrededor del sol de modo que toda la
retina reciba el impacto luminoso.
Una sensación de lagrimeo, será el aviso e que
hemos recibido suficiente sol por el momento.
Sabemos que la función crea el órgano, y en
pocos meses nuestros ojos se fortalecerán y podremos ver el sol, como un
beduíno del desierto.
Pero los médicos nos dicen que puede ser
peligroso tomar el sol, y más aún mirarlo sin gafas de sol, y la industria
cosmética nos ofrece filtros solares para prevenir los peligrosos rayos UV, que
pueden causar cáncer de piel, como el peligroso melanoma.
El sol ilumina nuestras vidas, pero nosotros
le damos la espalda, pues pasamos el 80% del tiempo encerrados en casas
oscuras, con poca o ninguna luz solar. Para valorar esta dramática falta de
luz, consideremos que la iluminación artificial usual tiene unos 500 lux, y por
contraste un día radiante de sol, nos aporta más de 100.000 lux.
Vivimos desconectados de la hora solar,
debemos tener en cuenta que el sol es el reloj natural, el movimiento aparente
del sol marca las horas, y es el ritmo de la luz diurna el que condiciona los
ritmos biológicos de lo seres vivos, los llamados biorritmos circadianos, que
se desarrollan dentro de las 24 horas del día.
La apertura y cierre de los girasoles, el
canto del gallo, como la temperatura basal o la secreción biliar y otros muchos
ritmos biológicos, siguen máximos y mínimos de acuerdo al ciclo solar.
El horario natural tiene una gran simetría, a
las 6 de la mañana es la hora de desayunar, las 12 del mediodía es la hora de
comer, y a las 6 de la tarde hora de cenar, claro que nos estamos refiriendo al
horario solar, u hora GTM (Greenwich Time Meridian).
La hora legal, es un horario artificial
que por confusas razones de ahorro
energético, retrasa el horario dos horas en verano y una en invierno. Sin
embargo muchos países, Portugal sin ir más lejos, siguen el horario solar,
comen al mediodía (literalmente), y no parecen tener muchos problemas
energéticos.
Este horario antinatural afecta a la
asimilación de alimentos y otros ritmos biológicos. Afortunadamente, bastan 10
minutos de exposición matinal a la luz del sol para poner en hora nuestros
relojes biológicos, levantar el ánimo y activar el sistema nervioso, dejando
fuera la depresión.
Los urbanitas usamos gorras, sombreros,
demasiada ropa, tenemos la piel pálida y debido al exceso de protección
precisamos multitud de prótesis, gafas de sol, para ojos débiles.
La vida urbana, demasiado artificial, crea un
círculo vicioso “casa-sombra-ropa-pálido-vulnerable”, la opción natural es tomar
el sol todo el año, especialmente en invierno, bronceando la piel, creando
defensas y construyendo un círculo virtuoso bien distinto
“naturaleza-luz-desnudo-bronceado-saludable”.
En la naturaleza es fácil observar que ningún
león se expone al sol a mediodía, inteligentemente caza al amanecer y al
atardecer, y cuando el sol está alto descansa a la sombra de una acacia. Solo
el bípedo que orgullosamente se llama a si mismo “homo sapiens” vive todo el
invierno escondido del sol y, en lo más tórrido del verano, expone su
vulnerable piel pálida a los intensos rayos solares del mediodía.
© Carlos Requejo. 2005.
www.domobiotik.es
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