Radiactividad dentro de casa
Cuando hablamos de radiactividad pensamos que la energía nuclear es algo lejano, una tecnología peligrosa como las bombas atómicas o las centrales nucleares, y pensamos que no nos afecta, pero está dentro de casa.
El fenómeno de la radiactividad está presente en la naturaleza y podemos encontrar radiación nuclear dentro de casa de modo habitual, de hecho, vivimos en un ambiente radiactivo.
El fenómeno físico de la radiactividad se produce cuando no existe equilibrio entre protones y neutrones en el núcleo atómico. Henri Becquerel, físico francés, descubrió este fenómeno en 1896 al ver que sales de uranio emitían unas radiaciones que velaban las placas fotográficas envueltas en papel negro.
Poco después, el matrimonio Curie descubre otras sustancias radiactivas como el torio, el polonio y el radio. Marie Curie recibió el Premio Nobel de Física en 1903, primera mujer en obtener este galardón, por su investigación sobre la radiactividad.
Estamos expuestos a radiactividad natural procedente del cielo, la llamada radiación cósmica, del aire que respiramos que puede contener gas radón, y del subsuelo geológico que puede tener uranio y torio. También podemos recibir radiactividad natural a través del agua potable o del gas natural.
Nuestro cuerpo también contiene elementos radiactivos: por ejemplo, necesita el potasio para sobrevivir y el potasio 40 lo adquirimos de la sal común y de muchos alimentos frecuente como el plátano, la patata o los frutos secos. Y es evidente que tenemos uranio 238 en el cuerpo, del orden de 100 microgramos.
Sin embargo, la radiactividad natural se convierte en un riesgo para nuestra salud cuando excedemos el nivel que nuestro organismo puede metabolizar.
Con frecuencia, se registran altos niveles de radiactividad en nuestro entorno cotidiano debido a la composición mineral del subsuelo en zonas localizadas, como nos muestra el Mapa Marna, el mapa de la radiación gamma natural de España.
El terreno bajo nuestras viviendas puede tener granito, cuarcitas, basaltos, etc., que tienen una alta concentración de uranio y torio que son altamente radiactivos.
Este mineral de uranio también está presente en determinados materiales de construcción y decoración, a veces en concentraciones altas, como el granito, la pizarra, algunos tipos de gres, especialmente el porcelánico, o ciertos tipos de cemento gris, que lleva con frecuencia aditivos peligrosos, como las fosfogisginas.
Según el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), el gas radón está presente en el 90% de las casas, y en un 40% de viviendas en dosis peligrosas según la OMS.
En su proceso natural de descomposición, la cadena de desintegración del uranio, torio y radio emite gas radón, que está clasificado oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la segunda causa de cáncer de pulmón en el mundo.
El resultado es que nuestro hogar o nuestra oficina pueden registrar altos niveles de radiactividad natural y de gas radón sin que seamos conscientes de ello, puesto que el gas radón es un gas noble, inodoro, insípido e invisible.
Una alta concentración de gas radón en el aire que respiramos satura nuestros pulmones de elementos radiactivos cancerígenos.
La radiactividad ambiental se puede detectar y medir de forma sencilla con un contador Geiger-Müller, que localiza las partículas radiactivas del entorno y mide el número de impulsos de corriente eléctrica que produce dicha partícula. También existen métodos sencillos para detectar y medir las concentraciones de gas radón presentes en el ambiente.
La concentración de radón se mide en bequereles por metro cúbico (Bq/m3), y el nivel de referencia se establece en 300 Bq/m3.
Sin embargo, este límite es insuficiente, pues la OMS fija en 100 bequereles la frontera a partir de la cual el radón se considera peligroso para la salud, y los estudios científicos concluyen que cualquier dosis de radiactividad es nociva, ya que se acumula en el organismo.
La primera medida de precaución es garantizar la frecuente ventilación del inmueble afectado, sobre todo al nivel del suelo, que es donde tiende a acumularse el gas radón, por ser seis veces más pesado que el aire.
Recientemente el Real Decreto 732/2019, de 20 de diciembre, modifica el Código Técnico de la Edificación (CTE) y establece las exigencias que deben cumplir los edificios en relación con el Gas Radón (DB HS_6).
Esta regulación establece las normas de seguridad básicas para la protección contra los peligros derivados de la exposición a radiaciones ionizantes como es el establecimiento de niveles nacionales de referencia para las concentraciones de radón en recintos cerrados, así como la adopción de medidas adecuadas para limitar la penetración del radón en los edificios.
Estas exigencias básicas de salubridad establecen los criterios de diagnóstico de las vías de entrada del radón, define como hacer las mediciones de radón, y presenta las soluciones de protección, y los criterios para elegir la mejor solución técnica.
Principales medidas de protección:
Barrera frente al radón.
Puertas estancas.
Sellado de fisuras, grietas, encuentros y juntas.
Creación de sobrepresión.
Despresurización del terreno.
Ventilación de los locales habitables.
Todas las soluciones se recogen en una guía y una serie de fichas técnicas, que concretan las normas de seguridad básicas recogidas en la Directiva 2013/59/EURATOM, vigente en la Unión Europea.
El documento DB HS 6 de Protección frente al Radón se aplica a todos los edificios de nueva planta y también en reformas, ampliaciones y cambios de uso de edificios existentes.
El mapa MARNA publicado por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), muestra los niveles de radiactividad ambiental medios en nuestro país, y en base a la realidad geológica se ha elaborado el Mapa Predictivo del Radón.
Las mayores concentraciones de gas radón se encuentran en las zonas geológicas donde hay una mayor presencia de suelos graníticos, como la sierra de Gredos o el Macizo Galaico-Duriense. En Cataluña también se encuentran valores altos en la Sierra del Montnegre y el Corredor (Maresme), y por supuesto en los Pirineos.
Estas radiaciones nucleares dentro de casa son miles de veces más peligrosas que los campos electromagnéticos que tanta alarma social despiertan, como las microondas de la telefonía 5G, las ondas de la electricidad sucia, o las líneas de alta tensión.
Sin embargo, no existe apenas preocupación por protegerse de la radiactividad dentro de casa. De hecho, el riesgo sanitario de la radiactividad doméstica y el gas radón es prácticamente desconocido por los arquitectos e ingenieros, y poco tenido en cuenta por los médicos.
La nueva regulación del CTE obliga a arquitectos y constructores a considerar las medidas preventivas frente al radón.
El control de la radiactividad, para descartar la posible presencia del gas Radón, es la primera medición técnica cuando realizamos "control domobiótico" en las viviendas.
© Carlos M. Requejo. Domobiotik. Mar24.
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> Ver artículos relacionados (links).
https://domobiotik.blogspot.com/2023_01_22_archive.html
https://domobiotik.blogspot.com/2018/02/normativa-ue-gas-radon.html
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Páginas consultadas
https://www.csn.es/mapa-de-radiacion-gamma-natural-marna-mapa
https://www.csn.es/mapa-del-potencial-de-radon-en-espana https://www.codigotecnico.org/pdf/GuiasyOtros/Conceptos_basicos_RD_732_2019_DBHS_6.pdf
https://www.saludgeoambiental.org/geobiologia/
https://www.ecoportal.net/temas-especiales/radiactividad_natural/
https://espanol.epa.gov/espanol/los-mostradores-de-granito-y-la-radiacion
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