Cóctel
electroquímico
Contaminación multifactorial, tóxicos y radiaciones
Para
cuidar la salud de toda la población, no solo de los hipersensibles, asmáticos
y/o alérgicos, hay que ser expertos en el manejo de productos Irritantes,
Nocivos, Tóxicos, Corrosivos… y potencialmente cancerígenos.
Esta
suele ser la fórmula habitual para cocinar la atmósfera urbana, el coctel electroquímico que respiramos:
- Una parte de Polución Ambiental (CFC, NOx, SO2, CO2, CO, etc.).
- Media parte de Residuos de Incineración (Dioxinas, metales pesados, etc.).
- Una cuarta parte de Agroquímicos (fertilizantes y plaguicidas).
- Una parte de Alta Tensión (mayor que 0,1 µT).
- Dos partes de Microondas (mayor que 0,1 mW/m2).
- Una pizca de gas Radón (Rn222).
Se agita fuertemente con ruido y vibraciones (infra-ultrasónicas), se puede
sazonar con hongos (mohos, levaduras y sus esporas), y el cóctel electroquímico
está listo. Con variaciones locales de la receta la respiramos cada día, los
365 días del año, en Barcelona y en menor grado en todas las ciudades.
Solemos ser conscientes de la polución atmosférica clásica porque se
huele y con altas presiones es visible la niebla contaminante que cubre la
ciudad. Esta procede sobre todo del tráfico, las calefacciones y las industrias
cercanas. En nuestras auditorías
ambientales encontramos presencia significativa de Monóxido de Carbono (mayor que 15 ppm
CO), un indicador de combustión incompleta, con otros muchos residuos como
hidrocarburos.
Pero no pensamos que la incineración sea un problema, la “valorización
de residuos”se presenta como ecológica, y sin embargo todos los habitantes de
Barcelona tienen dioxinas y metales pesados en sangre, un regalo de la central
térmica y la incineradora del Besós.
Los agroquímicos nos parecen limitados a las zonas rurales, pero en
las ciudades el servicio de parques y jardines emplea fertilizantes y plaguicidas
químicos y hace fumigaciones regulares, sin preaviso al ciudadano.
El cóctel electroquímico se hace más fuerte si vivimos en un edificio
enfermo, aquí respiramos formaldehído procedente del aglomerado o las pinturas,
y otras 100 substancias tóxicas en el polvo de nuestra casa.
El riesgo sanitario aumenta por la contaminación electromagnética, por
la cercanía de una línea eléctrica, de Alta o Baja Tensión, o más
frecuentemente por fuentes internas, como iluminación, informática y
electrodomésticos.
Desde hace una década la alarma social apunta a las antenas de
telefonía móvil, que nos “fumigan” con microondas día y noche. Pero solemos
olvidar que el teléfono inalámbrico Dect, el modem Wifi, el tablet o nuestro
móvil emiten dosis cientos de veces más altas.
Pensamos que la radiactividad es algo lejano, como Chernobil o
Fukishima, pero las fugas de radiación nuclear en Vandellós y Ascó son habituales,
y alcanzan a media Cataluña. Tenemos emisiones radiactivas dentro de casa
debidas a materiales constructivos muy usuales, como granito, gres, pizarras,
morteros y hormigones… y la amenaza del gas Radón procedente del subsuelo es
omnipresente, dado que en España no hay normativa preventiva.
Debemos saber que el ruido ambiental es directamente cancerígeno, aún
menor que 65 dB, y que las vibraciones de baja frecuencia están siempre
presentes, debido al tráfico, FFCC y metro, sobre todo en edificios con
arquitectura ligera.
Si nuestra casa está en una riera, o en zona húmeda, además de
resfriados y reumatismo, tenemos todos los números para tener una invasión de
hongos, que algunos médicos
consideran el primer riesgo para la salud.
Este cóctel tóxico y multifactorial agrede a nuestras defensas, con
sinergias que agravan el cuadro, pues a nivel celular todo es electroquímico. O
sea que debemos celebrar que nuestro sistema inmunitario nos mantenga
vivos todavía pues estamos tomando este peligroso cóctel a diario, y en las
grandes ciudades en dosis muy altas.
Desde el punto de vista de la salud pública debemos implantar una
cultura preventiva, una normativa restrictiva que priorice la calidad del aire
respirable, para evitar los efectos tóxicos de este cóctel electroquímico.
© Carlos Martínez Requejo. Domobiotik. Mayo 2013.
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